lunes, 8 de octubre de 2012

Una carretera llena de curvas

“[...]podríamos comparar nuestros sistemas educativos con una carretera de diversos tramos de dificultad y características (GARCÍA CALVO, J;1982). Una carretera llena de curvas y de obstáculos geográficos en la que nuestros alumnos tienen que conducir con mayor o menor pericia para acceder a tramos superiores y así los mejores alumnos-conductores serían aquellos que consiguiesen salvar todas las curvas e irregularidades de la forma más rápida posible. Sin embargo, cuando se comprueba que no todos pueden avanzar a la misma velocidad, que son muy pocos los conductores que llegan a su destino, que hay demasiados accidentes o simplemente que hay muchos conductores que abandonan, ideamos poner en los lugares más accidentados todo lo necesario para que los accidentes “se curen” y así se desarrolla la industria mecánica de reparación; las nuevas normativas de circulación; los hospitales y los puestos de socorro; las áreas de descanso y los restaurantes; las autoescuelas especializadas y por supuesto la industria del automóvil ya que no es lo mismo hacer la carrera con un utilitario que con un potente coche todo terreno.
    De este modo, el desarrollo de la industria de la reparación y de las leyes de circulación trae consigo un aumento significativo de servicios superfluos, de establecimientos innecesarios o desaprovechados y se llega a tal extremo de tecnificación, computerización, pedagogización y psicologización, que todas las estructuras y dispositivos creados para evitar los accidentes en las curvas y como consecuencia de los socavones y las irregularidades del terreno, se convierten en insustituibles hasta el punto de que no puede concebirse ni entenderse la carretera sin todos los nuevos establecimientos  especializados que dependen de ella.
    Paralelamente y al compás del crecimiento de los servicios complementarios de la carretera, han nacido y se han ido organizando muchos colectivos profesionales de servicios, cuya vida y supervivencia depende de los talleres mecánicos, de las áreas de descanso y de los hospitales, de tal forma que el engranaje y la relación de unos establecimientos con otros es de tal fuerza, que ya resulta muy difícil concebir una carretera sin curvas, sin baches y con amplios puentes que reduzcan las distancias y que por su altura pueda percibirse fácilmente el destino del viaje.
    Pero la realidad, cuando se la ignora cerrándole las puertas, más temprano que tarde termina entrando por las ventanas. Nuevos modelos de automóviles se ponen a la venta únicamente accesibles para aquellos clientes con alto poder adquisitivo e incluso se realizan voluntariosos esfuerzos destinados a reformar la carretera haciéndonos creer que los accidentes de circulación disminuirán y que la conducción resultará más cómoda y veloz, pero muy pronto nos damos cuenta de que la habilidad para conducir, la seguridad del viaje o los nuevos modelos de automóviles únicamente pueden disfrutarlos aquellos conductores que proceden de familias relacionadas con la industria de la carretera que han sacado el permiso de circulación en autoescuelas especializadas y que por tanto han comenzado a viajar con una dotación de capital económico y cultural previo, que les garantiza con seguridad la llegada a la meta.
    Sin embargo a pesar de que nuevos modelos de automóviles circulan por la carretera y de que han proliferado las áreas de descanso, siguen aumentando los accidentes y es en este punto, dado que los accidentes se siguen produciendo, donde algunos conductores comienzan a recordar lo que no hace mucho tiempoles decían los viejos camioneros del lugar; la razón de tantos accidentes no está ni en la velocidad, ni en los modelos de coches, ni en las normas de circulación; está en las curvas y en las irregularidades del terreno, por eso los accidentes no disminuirán hasta que no se hagan carreteras sin curvas y con un pavimento a prueba de baches. Pero además y aunque la carretera sea recta y con la seguridad y comodidad de una autopista, la disminución de los accidentes dependerá del lugar hacia donde queramos dirigirnos, de la distancia, de la topografía del terreno, del clima, de las condiciones de salud de los conductores y también del ánimo, la alegría y la habilidad con que los conductores conducen sus vehículos y conviven entre sí.
    Si analizamos así la crisis de los sistemas escolares de nuestro tiempo, aplicando la metáfora de la carretera con curvas, el problema a nuestro juicio reside en encontrar ese camino más o menos recto e incluso no necesariamente recto, que habiendo sido descubierto y construido por los caminantes, nos conduzca a ese lugar en el que los fines tienen la primacía sobre los medios, las vivencias se transforman en experiencia, el conocimiento permite producir sabiduría y en el que el ser humano es considerado y valorado por su “ser” y no por su “tener” como diría E. Fromm.
    A partir de aquí, creemos que la opción por un determinado currículum o en nuestro caso por un determinado modelo de intervención psicopedagógica, es sustancialmente una opción ética, una opción moral en su sentido más profundo.. Cuando legisladores, planificadores, profesoras y profesores, profesionales de la orientación psicopedagógica, optan por un determinado conjunto de objetivos, contenidos, métodos y estrategias de evaluación, o por determinados programas de intervención o estrategias o técnicas específicas de tratamiento, están verdaderamente realizando opciones morales y éticas, ya que ese currículum, ese programa o esa intervención psicopedagógica, , se quiera o no, se sea consciente o no, está sirviendo a una determinada finalidad general en la que se ponen en juego los fundamentos ontológicos, epistemológicos, teleológicos y antropológicos de la educación y en consecuencia de aquello que entendemos como modelo o paradigma de vida. No existen por tanto en términos pedagógicos opciones axiológicamente neutrales,, técnicamente asépticas o higiénicamente garantizadas de contagio axiológico”. (Juan Miguel Batalloso Navas, Dimensiones de la orientación educativa. Una visión transdiciplinar; Ediciones Aljibe; págs. 27-29)

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