jueves, 24 de noviembre de 2011

SOBRE EL CONCEPTO DE “NÚCLEOS DE SIGNIFICACIÓN”

Caminando hacia un mundo ordenado


Me encuentro con serias dificultades para lograr conjugar dos aspiraciones igualmente deseables en el aula de filosofía: por un lado, el hecho de que el pensamiento, los problemas y los intereses filosóficos de los alumnos adquieran relevancia e incluso protagonismo en el devenir de la clase de filosofía (y se conviertan en el motor que nos impulse a hacer filosofía como comunidad de investigación); por otro lado, entiendo que es fundamental que alumnos y profesor experimenten una cierta sensación de orden y un cierto progreso en el camino que juntos recorren. ¿Cómo hacer compatible estos dos objetivos?¿cómo construir un universo ordenado a partir del caos?.
La noción de núcleo de significación, propuesta por Alejandro Sarbach, me ha ayudado en cierto sentido a entrever una posible salida a esta dificultad.

“La formulación de problemas filosóficos, que surgen del trabajo que realiza el grupo como “comunidad de investigación”, y que, para subrayar su carácter instrumental y dinamizador, he denominado “núcleos de significación”. Es el principio del trabajo filosófico, en sus dos significados: como punto de partida, y también como fundamento que lo justifica. En última instancia puede decirse que el diseño curricular de la asignatura acaba reduciéndose a un recorrido que contiene sucesivos abordajes de núcleos problemáticos o de significación. Una perspectiva diferente de la tradicional, la cual entiende el currículum sobre todo como transmisión de contenidos y no como investigación sobre problemas. Trabajar con núcleos de significación significa transformar la información en preguntas, y la preguntas en hipótesis de investigación. Un libro de texto o un manual de filosofía están llenos de información. También lo están muchos sitios web. ¿Esto quiere decir que hay que renunciar a los manuales o a las web estáticas? El problema no está en los manuales sino en el uso que hacemos de ellos, por ejemplo, cuando de la información sólo pasamos a la transmisión y de allí a su aprendizaje memorístico. Pero también es posible utilizar los contenidos para cuestionarlos, para descubrir preguntas, para desencadenar investigaciones.”


Los núcleos de significación son en cierto sentido como campos de fuerzas que atraen hacia sí ideas, conceptos, problemas, en función de la naturaleza de los mismos. Hagamos un pequeño ejercicio de ficción. Imagino un espacio infinitamente extenso compuesto de unos cuantos agujeros negros y de un conjunto infinito  de “ideas-problemas” que se desplazan por dicho espacio movidos por la fuerza gravitatoria de los primeros. Las “ideas-problemas” sólo serán chupadas al interior de aquellos agujeros negros compatibles con su naturaleza. Un explorador de dicho universo tendría serias dificultades para orientarse en un espacio donde no existieran los agujeros negros. Los agujeros negros irrumpen en el espacio, lo resquebrajan, y de ese modo, necesariamente lo estructuran, lo ordenan. Constituyen los mojones que guiarán a nuestro explorador en su camino. Imaginemos además que en el universo que estamos creando existen agujeros de gusano, túneles que ponen en comunicación a los agujeros negros y a través de los cuales puede viajar nuestro explorador (estas mónadas sí tienen ventanas). Me acuerdo del Atomium.



“El mundo es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas”, escribe Wagensberg en Yo, lo superfluo y el error. “Un árbol tiene un único tronco enraizado en el suelo y del cual emerge cierto número de ramas primarias, de las que emerge cierto número de ramas secundarias, de las que emerge cierto número de ramas terciarias...de las que parte cierto número de ramas finales de donde brotan cierto número de vértices terminales. Digamos mejor: las hojas.[...] Está claro que un pedazo de realidad formado por dos hojas de dos árboles distintos es un pedazo de realidad ininteligible (no hay relación entre ellos). Está claro que sólo las hojas representan elementos de la realidad y que las ramas de distinto orden que llegan hasta ella, son las intersecciones de las propiedades de los elementos de la realidad en cuestión, es decir, representan lo que comparten, lo que tienen en común. Es decir: las ramas que conectan dos hojas dan cuenta de las relaciones mutuas. Eso y no otra cosa es una clasificación” p. 31.

Siete rincones tiene mi clase. Las aulas de secundaria y de bachillerato son como universos vacíos si lo comparamos con las de infantil. Cuando entro en la clase de mi hijo, de tercero de infantil, siento que entrara en una película de Tim Burton, en la fábrica de chocolate de Willy Wonka por ejemplo, llena de objetos y de artilugios misteriosos, de colores, de espacios distintos, de caminos posibles. Un visitante recién llegado necesitaría de un guía para conocer su singular geografía, cosa que no les pasa a los indígenas, que recorren ligeros y divertidos un espacio que sienten como suyo, que de hecho es suyo en la medida en que participan en su construcción. Porque, aunque el diseño de este peculiar territorio corra a cargo de la maestra, “seño Ana”, arquitecta jefe, la mano de obra y la materia prima es responsabilidad más bien de los niños.  Además trabajan estructurando su aprendizaje en torno a temas-problemas que funcionan como vórtices: arrastran a maestra y niños en un movimiento circular en torno al tema-problema en cuestión (aprendizaje por proyectos). De ese modo, van construyendo un universo lleno de señales reconocibles.

Los núcleos de significación podrían constituir en nuestro caso (en las aulas de filosofía) esas señales reconocibles que sirvieran de orientación a los que nos movemos en el universo compartido que profesor y alumnos construyen en esa “buscada” comunidad de investigación. Los problemas (las preguntas de los alumnos) buscan su lugar natural y son arrastradas hacia el núcleo que les es propio.

En fin, sigo perdido.

1 comentario:

  1. Supongo que estar perdido, apreciado Rafael, es de alguna forma una condición para poder participar en ese enjambre o esa red de significaciones que, querramos o no, bulle en nuestras aulas.
    La diferencia está en que en el aula de la "seño Ana" ese enjambre es promovido y visible, y en nuestras clases de filosofía suele estar sofocado y oculto.
    Supongo que no se necesita una receta didáctica demasiado especial, sólo la sensibilidad para reconocer y aprovechar lo que se da.
    En una entrada anterior de mi blog le he llamada una "pedagogía del imprevisto" y también de la escucha (http://carbonilla.net/2010/03/21/arquitectura-magia-y-educacion/)
    Gracias Rafael por comentar en mi blog y aquí mismo sobre la idea de "núcleos de significación" y enriquecerla con sugestivas imágenes.

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