lunes, 6 de junio de 2011

DE EXCURSIÓN CON ALGUNOS ALUMNOS A LA ESCUELA DE PADRES

“Una vida no pensada no merece la pena ser vivida” SÓCRATES

Hace unas semanas fui invitado a participar en una Escuela de Padres como profesor de filosofía del Instituto y tuve la idea de encargar a algunos alumnos de Bachillerato una exposición oral que se centrase en algún problema vinculado con la educación para que me acompañasen y la defendiesen ante los padres asistentes. Me pareció interesante que ese día se pudiesen reunir, se pudiesen enfrentar (y confrontar), las perspectivas que sobre la educación, la escuela y la sociedad tenemos padres, profesores y alumnos. Me pareció interesante, me parece necesario, que los alumnos dispusiesen de un espacio donde pudieran ser escuchados; sobre todo porque percibo que los estudiantes viven el tiempo y el espacio escolar como algo ajeno y no como algo de lo que también deberían apropiarse.

Defendí la idea de la necesidad de crear un espacio de diálogo y de reflexión colectiva que permitiese al instituto disponer de momentos de autoconsciencia donde se pudieran pensar los problemas a los que nos enfrentamos y se pudiera redefinir cada vez el camino a seguir, para impedir de esa forma una cierta robotización de la enseñanza, obligándonos de esa forma a reinventarnos a cada momento. Ese espacio de diálogo debería alejarse de esas fórmulas de la mayoría de cursos, reuniones y escuelas de padres en las que unos especialistas que saben (disponen de un saber) transmiten sus conocimientos a personas que no saben. Más bien se trataría de reunir a padres, profesores, maestros y profesores jubilados, alumnos, exalumnos, abuelos en estos encuentros para que desde sus respectivas experiencias enriqueciesen la mirada de los otros y construyesen  cada vez respuestas a los problemas a los que nos enfrentamos como colectivo. No creo, al menos esa es mi experiencia, que en los órganos de decisión de los que nos dota la ley (Consejo Escolar, Claustro, etc.) exista verdadero diálogo, reflexión, como tampoco esfuerzo para pensar la educación y para transformar la realidad educativa. Sucede que en estos espacios formales, un tanto fosilizados, nos relacionamos con los asuntos que nos ocupan como si fueran productos acabados, y no como productos que debemos construir, diseñar, definir. Es en estas reuniones donde nos comportamos como verdaderos funcionarios, ejercemos de agentes pasivos y no de verdaderos actores.

Entiendo que otra de las razones que justificarían nuestro  esfuerzo porque naciese un espacio como el que describo sería la de comenzar a deshacer la desconfianza  que caracteriza las relaciones entre profesores, padres y alumnos (desconfianza de los alumnos hacia los profesores y a la inversa, desconfianza de los padres respecto de los profesores y a la inversa, desconfianza entre padres e hijos), como por otro lado sucede en la mayoría de los ámbitos de la sociedad (entre políticos y ciudadanos, entre vecinos, …). Deberíamos asumir el reto que planteaba Marina de construir organizaciones inteligentes, centros de estudio inteligentes, y para eso deberíamos discutir, conversar, esforzarnos en comprendernos. Si es verdad que no educa el profesor sino el entorno, si es verdad que la responsabilidad de la educación es de la tribu entera, entonces no basta con que seamos individualmente inteligentes, esto es, buenos padres o profesores, sino que deberíamos ser inteligentes en tanto colectivo, en tanto formamos parte de una comunidad educativa. Deberíamos ser buenos juntos.

Intenté identificar este espacio como espacio filosófico en la medida en que se debería caracterizar por la reflexividad, por la polémica y por el diálogo. En cierto sentido suponía una invitación a incorporar la filosofía a nuestras vidas. No la filosofía como disciplina, como saber, como cuerpo teórico, sino la filosofía como actitud ante las cosas, actitud que incorpore la sospecha y la interrogación, que se haga cargo del desconcierto y que, sobre todo, sea sensible a lo real en sus distintas formas, es decir, cuidarnos siempre de mantenernos en disposición de que la realidad nos afecte (nos duela, nos sorprenda...).  Lo expresa muy bien Daniel Innerarity en La filosofía como una de las bellas artes, la filosofía es “[...]estar a gusto en la inquietud, a !a que Schopenhauer consideró como lo que mantiene en movimiento el perpetuo reloj de la filosofía; dejarse invadir por una incorregible curiosidad; crecer en la  capacidad de  admiración proporcionalmente a la extrañeza de lo admirado; saber que la antitesis más rotunda del filósofo es el vencedor; en suma: permanecer siempre vulnerable ante la realidad”. Supongo, en fin, que sería deseable también un punto de ingenuidad, como reclamaba Millás para el escritor.

Comparto aquí sus intervenciones, así como un cortometraje de otra alumna, Carmen Mª Zarco, que presentó en la Escuela de Padres y que trata de ser el reflejo del sentir de una buena parte del alumnado en relación a la escuela y al profesorado.








La experiencia fue muy positiva, lo pasamos bien, nos felicitaron y los alumnos se fueron orgullosos de sí mismos y contentos por haber sido escuchados. Los padres que asistieron participaron ofreciendo sus opiniones, aunque ocupamos demasiado tiempo con nuestras intervenciones lo que hizo imposible dedicar un tiempo tranquilo para el debate. Ahora bien, asistieron muy pocos padres y madres, como ya sucedió en el resto de jornadas de la Escuela de Padres celebradas en el actual curso. Me pregunto si el desinterés por estas jornadas no guarda relación con el formato de las mismas y si no habría que buscar entonces fórmulas más abiertas, más participativas, donde nos sintiéramos cómodos todos. También los alumnos.

Doy las gracias a todos los alumnos que me acompañaron en esta excursión por ofrecer su esfuerzo y su alegría. A Jonatan Domínguez Serrano, Luis Martín Lara Carretón, Arancha López Olmedo, Cristian López Torres, Lourdes Arias Salazar, María del Pilar Díaz-Pintado Serrano, Almudena Madrid Marquina, Carmen María Zarco González. También agradezco la generosidad de otro alumno, Eduardo Salazar López de la Oliva, que siempre está cuando se le necesita.

1 comentario:

  1. Me parecen excelentes, la idea y el desarrollo. Ceder la palabra a los jóvenes es más que necesario. La prueba está en las reflexiones de estos jóvenes.

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