lunes, 28 de marzo de 2011

La escritura como reflexión, como auto-conocimiento, como acción

Ahora, cuando decido qué palabras utilizar para expresar adecuadamente la necesidad de esta tarea, la construcción de un blog-diario, la tarea de escribir, me invade mi propia imagen sentado en un café de una ciudad que no es la mía, con un bolígrafo en la mano, pensando ante una tarjeta postal qué escribir para resumir mis experiencias de ese día. Es entonces cuando te obligas a mirar lo vivido, descansando las piernas ante un café o una cerveza, como si interrumpieras el tiempo, el tiempo de la acción, el tiempo de la vida y, sólo en ese momento, momento en el que no vives, tuvieses la lucidez suficiente como para tomar conciencia de lo que has experimentado, de los sonidos, de los sabores, de los colores, de los rincones de esa ciudad. Es el tiempo de examinar el día. Sólo ahí, cuando busco transformar mi día en palabras, transformar la vida en lenguaje, siento que veo realmente. En ocasiones se vuelve el momento más interesante del viaje porque a la vez que piensas el día recién pasado, comienzas a imaginar y a soñar el siguiente.
Transcribo (porque las comparto) para comenzar este blog-diario y para que sirva de justificación de la existencia del mismo, algunos párrafos de un artículo más extenso que publica Alejandro Sarbach en su blog (muy recomendable) Carbonilla .

“¿Qué sucede pues cuando, en la investigación educativa, el investigador es el profesor que investiga su propia acción y forma parte de lo que sucede en el aula? Es inevitable que se produzca un cierto desdoblamiento; y en ello la escritura juega un papel fundamental. Cuando escribimos sobre lo que hacemos, sobre lo que vivimos en el pasado, sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, la mediación de la palabra escrita nos permite alejarnos para comprender mejor lo próximo. Algo así como tomar distancia sin dejar de estar inmersos. Como si decidiéramos marchar de vacaciones a nuestro propio barrio. Para ello, salimos de casa y comenzamos a recorrerlo, mirando los escenarios más habituales y rutinarios como si los viéramos por primera vez. Es lo que también ocurre cuando, en los días previos a recibir la visita de un amigo o un familiar que desconoce nuestros lugares habituales de residencia, no podemos evitar, cada vez que hacemos los recorridos de siempre, mirar a través de los ojos de nuestro futuro visitante. Entonces se produce una curiosa experiencia de redescubrimiento de los lugares, una captación de perspectivas o de detalles, que seguramente fueron mil veces vistos, pero en realidad nunca verdaderamente mirados.

Esta experiencia de extrañamiento no resulta tan difícil de llevar a cabo como pudiera parecer en un comienzo; luego de superar, claro está, la pereza que produce ponernos delante de una hoja en blanco, y escribir sobre lo que nos pasa, sin tener la obligación de pensar en una programación o en una unidad didáctica o en un informa exigido por la administración educativa, con pautas o modelos predefinido. Muchas veces, cuando los hábitos y las rutinas están consolidados, un pequeño cambio en el día de cada día nos permite situarnos en una posición diferente y ver las cosas de otra manera. Para un profesor acostumbrado a dar sus clases de forma más o menos regular y sin grandes modificaciones o imprevistos, el sólo hecho de decidir un día comenzar a escribir en un diario todo aquello que pasa en cada hora de clase, seguramente le llevará, casi involuntariamente, a ver la realidad del aula de manera diferente, seguramente el paisaje se presentará desde nuevas e insospechadas perspectivas. Cierto es que la cantidad de horas y de grupos que debemos atender durante la semana no hace fácil esta tarea. Lo que sugiero es escoger un solo grupo, o en el mejor de los casos un solo nivel, y escribir un diario sobre lo que allí sucede. Muchas veces será sólo una línea que funcionará como recordatorio de lo que hemos hecho, otras una anécdota puede servir de disparador para una rica reflexión sobre nuestra práctica, o el pensamiento de los alumnos, o el clima del aula, etc.”

Artículo completo de Alejandro Sarbach.