Revista de producción filosófica de los estudiantes del
miércoles, 30 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
Dicen los alumnos IV
¿Por qué nos
intimida hablar en el aula? (por Elena Lamas Cenjor)
Dibujo de Jaime García López
Recuerdo que una vez tuve que salir
a hacer una exposición oral de historia, me lo sabía fenomenal, tenía todo
preparado, un esquema hecho para poder expresarme sin complicaciones, en fin,
todo lo que alguien que se lo prepare pueda tener. Incluso podría decir que
estaba segura, segura de mí misma, convencida de que lo iba a hacer sorprendentemente
mejor que nadie, entonces fue cuando pasó, estaba subiendo las escaleras y como
todo el mundo hablaba de eso mi corazón latió más fuerte y deprisa, nada fuera
de lo normal, pero fue entrar en el aula y venirme abajo, pensar en que no iba
a poder hacerlo, empezar a creerme inferior a los demás, pensar que se me iba a
olvidar todo, que me iba a quedar en blanco, el final de la historia pensareis
que fue bueno. Pues no, me quedé en blanco y todos mis temores se hicieron
realidad.
Y es que ahora mirándolo desde lejos, desde otro punto de vista me empiezo
a preguntar, por qué no lo hice como tenía que haberlo hecho, por qué los
nervios pudieron conmigo, por qué me dejé arrastrar por el desasosiego que
tenía y muy importante por qué el miedo me ganó ese pulso. Me hago todas esas
preguntas porque mi situación era la siguiente: estaba frente a un grupo de
chicos y chicas y que por suerte los conocía de toda mi vida (desde preescolar)
con demasiada confianza, tanta que a veces daba asco, como se suele decir.
Y desde ese día reflexiono una y otra vez, ¿Qué hice?, ¿Un grupo de chicos
conocidos y una chica segura de sí misma?, ¿Qué podría haber salido mal? Pues
os lo diré ahora mismo. Los profesores dicen que nos enfrentemos al problema,
que no ocurrirá nada, que no tengamos vergüenza ¡Vergüenza! Quién ha dicho que
tengamos nosotros vergüenza, nosotros que somos los del S.XXI, que llegamos a
un lugar desconocido y exploramos hasta averiguar todo o que cuando entramos en
una discoteca podemos llegar a flirtear con alguien al que apenas hemos
conocido. No señores, no tenemos vergüenza, tenemos miedo, pánico por fracasar,
pánico porque los demás nos digan que lo hemos hecho mal, que tendríamos que
haberlo hecho mejor, que no se nos ha entendido, y más y más cosas. Porque
somos así de crueles, echamos a los demás por tierra sin ningún sentido, solo
por quedar bien o por interés propio, sin darnos cuenta de que lo han hecho
como han podido y que se han esforzado. Y es que a veces pienso que somos
demasiado egocéntricos para convivir en sociedad. No digo que todo el mundo sea
así pero creo que sí la mayoría.
No sólo por eso tenemos miedo a hablar en público. Quiero destacar que
habrá gente a la que le cueste más o menos, pero eso depende de su personalidad
y timidez.
Nos cuesta porque primeramente, nuestros padres, familiares o amigos con
los que hemos ensayado el “discursito” nos piden dar todo de nosotros, llegar a
un peldaño de la escalera de la honradez, por decirlo de algún modo, y a lo que
quiero llegar es que no sólo ellos nos lo piden, nosotros mismos nos lo
pedimos, nos ponemos obstáculos y barreras a alcanzar y a superar, pero aquí no
acaba la cosa, si ya de por sí tienes el peso de tus familiares y tu propio tu
queriendo que demuestres lo que eres y lo que vales, también tienes el del
profesor que claramente y por motivos de educación y aprendizaje te lo pone en un lugar muchísimo
más alto de lo que tu esperabas. Pero nosotros que somos seres racionales,
pensamos que queremos buena nota y que podemos. Y el destino como siempre es
adverso a nuestros pensamientos, en el momento que cruzas la barrera de la
puerta de tu clase, tienes nervios, el peso de todo lo antedicho está en tu
cabeza en ese momento, toda la gente mirando en frente tuya esperando a que te
equivoques o no, el profesor echándote un ojo para ponerte pegas (siempre
quieren poner pegas aún sabiendo que lo intentamos hacer lo mejor posible), tú
intentando recordar esos resúmenes anteriores que hiciste y lo bien que te lo
sabías, la realidad, pues que no te sale bien.
Seguro que quién lea esto y sea adulto pensará que son bobadas, pero es
porque no se ponen en nuestro lugar, en ese instante tú pierdes los nervios se
te van las ideas y hay gente que incluso puede llegar a llorar, pero no porque no
nos lo sepamos, si no por la impotencia que tenemos de llevar en nuestra
pequeña mente todos los datos que he comentado, no porque tengamos vergüenza ni
mucho menos.
En conclusión, ya sé que tenemos mil pautas para poder hablar en público
pero no las suficientes para que nosotros, los jóvenes de mi edad, podamos con
tan poca experiencia de la vida enfrentarnos a un público tan crítico y a una
situación tan inestable como es la de hablar en un aula.
domingo, 27 de mayo de 2012
Sobre el preguntar
“¿Cómo nos relacionamos con el otro?¿De qué manera nos
paramos frente al extranjero-infantil? Ocupamos la tierra del saber y del
poder, del saber del poder y del poder del saber. Preguntamos preguntas que no
interrogan, que no nos interrogan. Preguntamos lo que sabemos y lo que no
sabemos no lo preguntamos. Preguntamos, sin preguntar, porque sabemos o creemos
saber, para escuchar la única respuesta que confirma nuestro saber, que nos
deja bien parados en esa tierra aparentemente firme de lo que creemos saber.
Preguntamos para escuchar una única respuesta que nos conforma, que ya sabíamos
antes de lanzar la pregunta. Preguntamos al otro, extranjero, infantil, lo que
nunca nos preguntaríamos: lo que ya sabemos, ya pensamos y no pensamos que vale
la pena volver a pensar. Preguntamos al otro para escucharnos a nosotros mismos
y, si no, no escuchamos nada.
Preguntamos al extranjero-infantil a la manera de una
evaluación escolar: para verificar si el otro sabe y piensa como nosotros, para
consolidar que aprendió nuestros saberes y, en última instancia, para mostrarle
todo lo que podemos si no sabe lo que hay que saber. Preguntamos como en una
prueba de la escuela, sin preguntar de veras. Del mismo modo que miramos sin
mirar, pensamos sin pensar y vivimos sin vivir.”
WALTER
KOHAN, Otra infancia es posible (en Filosofía para niños, Revista Internacional
de los Centros Iberoamericanos de Filosofía para Niños y Niñas y de Filosofia
para Crianças. Número 7, 2011)
sábado, 12 de mayo de 2012
"CONSTRUYENDO UN MUNDO HUMANO"
JUEGO DE INGENIERÍA SOCIAL PARA ALUMNOS DE BACHILLERATO Y ÚLTIMO CURSO DE LA ESO
REGLAS DE JUEGO
Objetivo del juego:
Se
trata de diseñar entre todos el mejor de los mundos humanos, de
imaginar cómo debería configurarse la sociedad para que fuese la
sociedad más deseable (por supuesto cada uno de los jugadores tendrá que decidir qué se entiende por deseable). Así,
cada jugador ejercerá de “ingeniero social” y tendrá la función de
modelar aquellos elementos de la sociedad en los que quiera centrar su
atención.
Cómo se juega:
Los
jugadores deberían comportarse como si formasen parte de una suerte de
“gabinete utópico” que ha recibido un encargo, el de confeccionar el
mejor de los mundos posibles. Así, de la misma forma que es fácil
imaginar a los arquitectos de un estudio de arquitectura discutir a
propósito de los distintos elementos de un proyecto en el que están
trabajando, nuestros jugadores deberán discutir entre sí en relación a
las propuestas que ellos mismos vayan presentando sobre la sociedad que
se les ha pedido que diseñen. El espacio de discusión será una red
social, en nuestro caso Twitter.
Reglas de juego:
2. El objetivo del juego es construir entre todos una sociedad que no existe.
3. Cada jugador debe realizar a lo largo del juego una propuesta como mínimo para la “sociedad final”.
4. Cada tweet irá acompañado de una etiqueta de juego (#SP1B) más una etiqueta de propuesta (#perroverde).
5. Toda propuesta deberá ser defendida hasta el final, a no ser que se renuncie explícitamente a ella.
6.
La propuesta no tiene que ser necesariamente original (por supuesto que
cada jugador debería poner en marcha su imaginación utópica, pero
también puede realizar propuestas copiadas de sus vecinos o de los
grandes filósofos de la historia).
7. Cada jugador tendrá que apoyar o rechazar las propuestas de sus compañeros. Al menos de la mitad de las presentadas.
8. Para apoyar o rechazar una propuesta los jugadores deberán ofrecer al menos una razón para hacerlo.
9.
Para apoyar una propuesta bastará marcar como “Favorito” el tweet
original en el que se presentaba. Así, para saber el apoyo con el que
cuenta una propuesta bastará contar el número de jugadores que la han
marcado como Favorito.
10.
Para defender una propuesta, ya sea propia o ajena, un jugador podrá
adjuntar a su tweet cualquier tipo de material complementario.
11. Cada propuesta tendrá un nombre creado por el jugador que la realiza y su propia etiqueta o hashtag.
12. Cada tweet irá acompañado de una etiqueta de juego (#SP1B) más una etiqueta de propuesta (#perroverde).
13. Sólo se aceptarán para la sociedad final las propuestas apoyadas por la mitad + 1.
14. Ganará aquel jugador que en la fecha y hora de fin de juego haya conseguido más puntos.
15.
El sistema de puntuación estará determinado por el número de propuestas
con que un jugador contribuya al diseño de la “sociedad final” y,
además, por el grado de concreción (de detalle) de dichas propuestas. Se
distinguirán niveles de generalidad-concreción: NIVEL 1, NIVEL 2, NIVEL
3,... Las propuestas de un nivel de generalidad mayor valdrán menos que
las que posean un mayor nivel de concreción.
PROPUESTAS NIVEL 1...5 puntos
PROPUESTAS NIVEL 2..10 puntos
PROPUESTAS NIVEL 3..15 puntos
PROPUESTAS NIVEL 4..20 puntos
Este
modo de puntuar se apoya en dos ideas. Por un lado, el grado de
reflexión y de conocimiento requerido para realizar propuestas muy
generales siempre será menor que para hacer las propuestas más concretas
y, por otro lado, la dificultad de obtener el apoyo de la mayoría
aumentará de modo proporcional al aumento del nivel de detalle de la
propuesta.
16. Un jugador también obtendrá un punto por cada propuesta ajena que pase a configurar la “sociedad final” y que haya apoyado.
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